lunes, 4 de febrero de 2008

El mito de la superpotencia

Por Nancy Soderberg­
Editorial El Ateneo. Ensayo sobre política internacional de 527 páginas. Precio aproximado: 42 pesos

Este ensayo convalida una sospecha que angustia a medio planeta: el gobierno de Estados Unidos está en manos de una falange de fanáticos. Se los conoce como hegemonistas. Donald Rumsfeld, Dick Cheney y Paul Wolfowitz son los más famosos. Emplean la fuerza para obligar al mundo a someterse a sus deseos y aplastar el surgimiento de cualquier rival poderoso. No sólo han hecho a su nación vulnerable, sino que también transformaron al planeta en un lugar más peligroso.
Nancy Soderberg fue número tres del Consejo de Seguridad Nacional durante la era Clinton (el prólogo fue escrito por el ex presidente). Sirvió también como embajadora alterna en Naciones Unidos. Hoy integra el Grupo de Crisis Internacional un think tank comprometido con la prevención de conflictos. Es decir, sabe de lo que habla.
Con una prosa clara, pero monocorde, Soderberg detalla los debates y la dramáticas decisiones de la Casa Blanca demócrata. Miramos tras las bambalinas de las intervenciones en Somalia, Haití y la antigua Yugoslavia; los procesos de paz en Medio Oriente y el Ulster; el genocidio en Ruanda; los gambitos con Norcorea. Aborda también una d‚cada de patrañas respecto a Irak y el camino hacia y desde el 11-S. No se trata, empero, de un libro de memorias. Desarrolla una tesis, tan esquemática como la que repudia en sus adversarios.
La autora contrasta la política de compromiso de Clinton (wilsonianos modernos) con el unilateralismo de Bush. El mito de la superpotencia alude a una serie de demenciales autoengaños. Como creer que la fuerza es el primer recurso no el último. O que Washington es invencible y no necesita aliados. O que el pragmatismo puede ser reemplazado impunemente por claridad de visión, objetivo moral y terca estrechez de miras.­
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Guillermo Belcore­

Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa.



­CALIFICACIÓN: Regular



PD: Te lo recomiendo sólo si te interesan los años de Clinton. No es la mejor descripción de los halcones republicanos.

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