lunes, 30 de marzo de 2009

Apocalipsis

Hugo Raia
Editorial El cacahuate. Novela. 927 páginas. Edición 2009.

Why so serious?
The Joker

Este blog está emocionado. Tantos años bregando y al fin ha llegado la Gran Novela Argentina. El centésimo segundo libro de Hugo Raia (Villa Lugano, 1982) contiene las grandezas y desdichas de la Patria, sus anhelos y pesadillas. Como nunca antes en la ficción nacional, se explora con sabiduría cuestiones trascendentes. Cada frase ha sido templada hasta sacarle brillo. Al fin, uno de nuestros intelectuales dejó el pellejo por el arte.
La urdimbre de Apocalipsis es ambiciosa. Abarca desde los años de Juan Manuel Rosas hasta la desintegración del universo. Como en las grandes obras decimonónicas el destino individual (de animalitos, en este caso) se confunde con el de la Nación. Los protagonistas son una cámada de mapaches. Adan y Eva llegan a la Argentina en 1845 junto a un naturalista estadounidense que desea probar la Teoría de la Adaptación Evolutiva Inversa y Combinada. Libera a los mamíferos en una toldería cerca de Saliqueló.
Poco pasa en los primeros años. El libro -dedicado, dicho sea de paso, a Beto Quantró- se enriquece con hermosísimas descripciones. Diecinueve carillas se entretienen en -una suerte de homenaje a Saer- retratar un grano de maíz. Hay una digresión magnífica, acaso inspirada en Pigna y en Feinmann, sobre la influencia del peronismo en los malones del siglos XIX. Pero un hecho tremendo pone en marcha de nuevo la trama. En la página cuatrocientos dieciocho, un meteorito -acaso la luz mala- genera poderes extraordinarios en los mapaches. En primer lugar, obtienen la inmortalidad. Luego van incrementando la potencia destructiva de su aliento. En tercer lugar, desarrollan la capacidad de sustraer con la mirada algunas facultades de los humanos. En 1917 destruyen para siempre el raciocinio de todos los políticos; en 1930 de los militares y de los periodistas; en 1994 de los guionistas de la televisión. En 2006, quien es mirado de frente por los mapaches nunca más podrá beber cerveza en Palermo Viejo.

Un gran estilista
Se ha criticado en Raia cierta tendencia a acelerar el final de sus obras. Ese tumulto, a menudo, ha generado desconcierto. En Más loca será tu madre, no llegamos a discernir si el enfebrecido barrabrava de Deportivo Morón ultraja o no a su muñeca de porcelana mientras un tifón destruye Bariloche, el día en que la nueva estrella de la literatura superficial realiza -ante treinta y siete millones de televidentes- su primer topless en el programa nocturno de Tinelli. Con el evidente propósito de refutar las diatribas de los comentaristas lloricas, como quien este escribe, el autor dedica ciento dieciséis páginas al desenlace, que se extiende desde la destrucción de un monasterio donde Fogwill se había recluido a cumplir sus votos del silencio hasta el colapso del cosmos y más allá.
Sin duda, uno de los puntos más altos de la obra es la definición y el acabado de los personajes. Hay una nutria conmovedora. Vive lamentando su destino, es simpatizante de Nueva Chicago. La novela, empero, nos permite un desahogo sentimental. El pobre bicho encuentra una pareja, cuya vida ha sufrido -si esto es posible- desengaños y reveses aun más profundos: es hincha de Ferrocarril Oeste.
Un comentarista del diario más vendido de la Argentina considera a Apocalipsis la obra más política de Raia. Se basa en un dato contundente. En la página seiscientos sesenta y dos, un cuervo confiesa a su psiquiatra que ha acumulado evidencias de que la CIA está detrás de la absoluta incapacidad de San Lorenzo de Almagro para ganar una copa Libertadores. Es obvio que una novela no es el mejor lugar para desarrollar semejante denuncia. Pero este blog está en condiciones de adelantar que dos revistas de actualidad han comenzado a investigar seriamente el tema.

Repercusiones
No acostumbramos a reseñar el impacto que han desencadenado los libros pero esta vez se produjeron hechos de sangre. Dos poetas que participan con asiduidad en un blog colega se desvisceraron simultáneamente. Fue, una vez más, el producto de un duelo criollo derivado de una discrepancia intelectual. La afirmación (impecable) de la fotógrafa Sarlo de que Raia es el mejor discípulo de los estructuralistas albanos indignó a uno de los vates. El otro defendió la tesis. Con ardor y elocuencia, discutieron vía post durante catorce días y sus noches, hasta que finalmente acordaron dirimir la cuestión con una trincheta en la mano. Los resultados están a la vista. Un diario sensacionalista, modelo de sutileza, tituló: “Se achuraron por un sustantivo”.

Muy interesante, creemos, es el tratamiento que le han dado los grandes medios de comunicación a la novela. En un diario progresista, el primo hermano de Raia escribió que sólo bajo el kirchnerismo podía generarse una obra de semejante calidad y envergadura. Un diario tradicional, en cambio, sostuvo que la devastación del campo que provocan los mapaches cuando descubren que no queda pavo ahumado en el freezer simboliza los indecibles padecimientos de la Sociedad Rural Argentina. Un semanario dedicó un suplemento a la influencia de uno de sus editores en la psiquis de Raia. En cuanto a la crítica académica, se ha sentenciado ya que Apocalípsis es de ultraizquierda moderada, que prolonga la comedia isabelina y que se trata de “un genio de acuñación estilística inmediata, con introspección infraleve en tensión dinámica y estática con el ímpetu narrativo“.
Es obvio que el lanzamiento del sello El cacahuate (coqueta pescadería de Claypole) se trata ya de uno de los acontecimientos artísticos del año. Se me dirá que la afirmación es temeraria, recién comienza 2009. La competencia es dura. En efecto, se presentarán en la inminente Feria del Libros de Buenos Aires dos gemas que han despertado gran expectativa. Una es Parvulario, una antología de narradores argentinos de menos de ocho años. La otra es Yo, yo y yo, una recopilación de artículos de profesores y egresados de la Facultad de Letras. Ha trascendido que los capítulos dos y veintisiete son especialmente valiosos. Se trata de la meditación de un par de intelectuales mediáticos de Puan que hablan como Dios.
Guillermo Belcore
Publicado en el suplemento de Autos de El Pregón de Villa Allende.

Calificación: Imperdible


PD: Dada la facultad de mimesis de los narradores argentinos menores de cuarenta años, no sería raro que comiencen a pulular los mapaches en las próximas novelas.

sábado, 28 de marzo de 2009

Guardia Blanca

Andrés Rivera
Seix Barral. Novela de 157 páginas. Edición 2009.

Tengo la sensación de que los libros del señor Andrés Rivera (Buenos Aires, 1928) son como las ciudades inglesas (excepto Londres): quien vio una, las vio todas. En efecto, las módicas novelas del campeón del Partido Comunista se parecen demasiado. Son muy previsibles. Hay siempre una denuncia de la maldita oligarquía; alguien ajusticia a un hijo de perra; hay pinceladas de lujuria enfermiza; la Comuna de Par¡s y/o la Revolución Bolchevique reciben un cálido homenaje; Perón es condenado por no llevar el cambio hasta el tuétano; no faltan la cursilería y las frases ingeniosas. A pesar de todo, Marcos Ribak (el verdadero nombre de Rivera) cuenta con una legión de admiradores.
Este libro fue compuesto con retazos. Parece -una vez más- el borrador de una novela, no una obra consumada. Hay un anciano, Pablo Fontan, que medita desde su piso doce bebiendo whisky del bueno. Funge como instrumento del autor para enunciar condenas inapelables, tipo “el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es un fascista de cuello blanco”. O bien “sólo los idiotas aceptan lo que tienen ante sus ojos”. Fontan se relaciona con otros burgueses rojos, que se rebelan contra la herencia familiar. La escritura va y viene en el tiempo. En términos estéticos, el personaje resulta poco estimulante. Quizás porque trasmite un elitismo tan inane como el que se reprueba en los adinerados. Se desemboca en el homicidio de un explotador, dado que el hitlerismo -Rivera dixit- se porta en los genes.
La segunda parte esboza (nunca nada va más allá de un bosquejo) un asesino a sueldo, producto típico de la Córdoba degradada. Dos trabajitos de El Galimba se combinan con la historia de un “destacado intelectual revolucionario” y de un gobernador bonaerense filonazi. ¡Ah, esa obsesión argentina por el mensaje!
Guillermo Belcore
Esta reseña se publica en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata, el domingo 29 de marzo de 2009.
Calificación: Regular.

PD: Despedida de Rivera

Releo en un maravilloso texto de Borges (¿hay alguno que no lo sea?) una reflexión perpleja sobre las puertas que se van cerrando con nosotros. Hay semejantes que ya nunca volveremos a ver, lugares que no pisaremos más, libros que no abriremos otra vez. Es la ley de la vida. Por mi parte, he comenzado a despedirme (voluntariamente) de ciertos escritores. Somos criaturas hechas de tiempo y el tiempo se nos escapa como arena entre los dedos. ¡Hay tanto hermoso y valioso para leer! No podemos dilapidar un segundo con autores que nos desagradan.
Hablo ahora como lector hedonista, no como periodista dedicado a la crítica literaria. Si por mí fuera, no hincaría jamás el diente (salvo honrosas excepciones, como Chiquita, de Antonio Orlando Rodríguez) en las novelas que obtienen un premio editorial. Son un subgenero degradado. Pero el trabajo manda. Como recordaran los aficionados a este blog, ya he anunciado públicamente que no volveré a leer a J.M.G. Le Clézio, siempre que profesionalmente no se me requieran los servicios. Agrego ahora a la lista negra a Andrés Rivera. Lo conozco lo suficientemente bien como para postular que sus filosas novelitas no fueron elaboradas para mí. La que acabo de reseñar me dejó un sabor feo en la boca. Estuve tentado de escribir estafa, pero me parece que el hombre que tiene una trayectoria tan prolífica merece cierto respeto. Pero no puedo dejar de pensar que la escribió de taquito.
No creo que se trate de un prejuicio ideológico. Berger y Saramago me encantan. Encuentro en ellos una dosis de marxismo que me resulta muy apetitoso, como si de un picante se tratase. No es el caso de Rivera. Su obsesión por el adoctrinamiento destruye la eficacia literaria, sus malabares con la perversidad sexual me parecen repulsivos. Apelando a una frase de moda, definitivamente Marcos Ribak no es mi taza de té.


PD II: Nobleza obliga. En esta dirección podés encontrar una reseña muy favorable: http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/libros/10-3397-2009-03-24.html

miércoles, 25 de marzo de 2009

50 años en el futuro

Compilador Mike Wallace
263 páginas. Grupo Nelson. Edición 2008. Ensayo.

Mike Wallace, esa institución del periodismo estadounidense, formuló una pregunta a científicos, empresarios, políticos, líderes sociales y personalidades en general. ¿Cómo imaginan el mundo en 2058? Con las respuestas, algunas fascinantes, se tejió este libro.

Cunde el optimismo en el volumen. Los apocalípticos se cuentan con los dedos de la mano. Hay predicciones, pero también visiones. Son constantes los llamados a la acción, sería suicida dejar que la naturaleza siga su curso. Algunos textos tienen la aridez del naturalista o la sosería del funcionario. Pero también hay páginas bellas, a la usanza de la ciencia ficción, en especial las que narran un día común y silvestre dentro de cincuenta años.

Medio siglo adelante, quizás, casi nadie tenga un gato o un canario como mascota pues nos contagian gérmenes terribles. Habrá menos enfermedades del estilo de vida (como la cardiovasculares) pero la hepatitis G causará estragos. En general, la vida de una persona superará los cien años. La existencia será diseñada, planificada y amoldada por toda clase de tecnologías. Los impulsos neuronales que permiten sentir, oler y saborear se transmitirán -como tantas maravillas- por el Terapod. Todas las maquinas evolucionarán a robot, pero no habrá aún humanoides, tipo señor Data. Se habrán inventado los viajes sin inercia. La población mundial se estabilizara, ¡uff!, en 8.500 millones de terrícolas. La gente tendrá ciudadanías triples o cuádruples. California se habrá independizado y las economías líderes serán China, Indonesia, India, Brasil y Sudáfrica o Nigeria. La migración al campo estará de moda. Todo se volverá a usar y se reciclará como en la propia naturaleza: los desechos de una persona serán recursos de otra. El mundo verde se convertirá en la responsabilidad primordial de los hombres de fe.

Guillermo Belcore­
Publicado en el suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno

PD:
En 2058, tendré 93 años y, si Dios lo permite, una novia de 25. La biblioteca de Asterión habrá ganado el Premio Nobel de Blog, edición 2026, y se editará en Troya VI, la más chic de las bases lunares. Tendrá un promedio de doscientas mil visitas diarias y contará con el auspicio de la Federación Unida de Planetas. Seguirá preguntándose porque la Argentina no pueden engendrar grandes novelas. Celebrará el rescate de César Aira por parte de un pequeño sello editorial de Madagascar. Contará con publicidad holográfica y un local de merchandising en el megaestadio José Luis Chilavert (con capacidad para cien mil espectadores sentados) de Vélez Sársfield, el equipo más popular del cono sur. Financiará la construcción de la biblio-audio-videoteca Carlos Indio Solari en las ruinas de lo que alguna vez fue el Palacio Municipal de Morón. Escandalizará a su época organizando el concurso de literatura erótica tridimensional Recobrando al Marques de Sade.

lunes, 23 de marzo de 2009

Memento Mori

Muriel Spark­
La Bestia Equilatera. Novela, 298 páginas­

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La ensayista Bárbara Harrison Grizzuti definió a Muriel Spark (Edimburgo 1918-2006) como “una escritora cómica, profundamente seria, cuyo ingenio amplifica, nunca socava o rebaja, sus ideas”. La aproximación es justìsima. Esa magnífica doble naturaleza se percibe en esta novela mordaz escrita en 1959 que, por fortuna, un nuevo sello editorial acerca a los argentinos en una cuidada edición que hasta rescata el arte del prólogo excelente.­
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Memento mori es una lúcida reflexión sobre la ancianidad en general. Los personajes principales tienen más de setenta años. Son deliciosos. Sus obsesiones, mezquindades y grandezas nos seducen y conmueven. La muerte, la senilidad y el chantaje circulan por la trama, pero un humor delicado lima las aristas más filosas. El eje del libro es una conmoción: alguien está llamando por teléfono a los ancianos para espetarle sin rodeos: “Recuerde que debe morir”. La policía se encoge de hombros. ¿Acaso se trata de histeria colectiva?
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Descubrir a Muriel Spark es un placer enorme. ¡Qué bien escribía! La ironía, la denuncia oblicua, la perplejidad católica son algunas de sus señas de identidad. Asombra su manejo del tiempo: salta al pasado y vuelve al presente con un pestañeo, sin que se corte el hilo narrativo. El proemio exalta, con toda razón, el estilo despojado y claro, la concisión euclidiana. “¿Algún escritor de ficción desde Hemingway ha tenido más fe en la simple oración declarativa, el sencillo sustantivo anglosajón?”, escribió John Updike sobre esta dama escocesa cuyas veinte novelas han cosechado tantos elogios eminentes. Cuidando a una abuela agonizante durante la infancia -explicó Muriel en su momento- aprendió un par de cosas sobre la pérdida de la lozanía. Gracias a Dios decidió volcarlas en una obra encantadora.
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Guillermo Belcore­
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa el 22 de marzo de 2009.­­
Calificación: Muy buena

viernes, 20 de marzo de 2009

El canon del TLS

Moscardón imaginario VIII

Harold Bloom (Nueva York, 1930) es uno de los críticos que admiro. Catedrático de una erudición impresionante y un talante que -como corresponde- roza lo despiadado, este judío gnóstico va sin rodeos al hueso de la más trascendente cuestión literaria: qué leer y cómo hacerlo. Defiende la autonomía de lo estético y condena, sin paliativos, a esos “idealistas resentidos que denuncian la competencia tanto en la vida como en el arte”. Ha sentenciado con lucidez que leer al servicio de una ideología es no leer nada (o bajo la sombra de una teoría sociológica, agrego yo). Es decir, Bloom nos recuerda que las jerarquías literarias existen y son importantes. Este blog, con sus más y sus menos, se inspira en ese ideal y por eso evaluamos y calificamos lo que hemos leído. No es lo mismo Nabokov que Andahazi, aunque el segundo venda hoy muchos más libros que el primero. Eso es otro asunto.

Bien, Harold Bloom ha labrado el canon occidental, una lista de trescientas obras de ficción que el hombre ilustrado debe asimilar para llenar el vacío de su soledad (El canon occidental, Anagrama, 1994). ¿Cómo saber si una obra famosa es canónica? A menos que exija relectura no podemos calificarla como tal. La analogía inevitable es erótica. Coincido letra por letra. Leer a fondo es erotismo en estado puro o no es nada.

Siempre tengo a mano el arbitrario y sublime catálogo de Bloom y a medida que avanzó trabajosamente con los clásicos voy tildando. Pero los otros días, tropecé por casualidad con otro canon admirable que lo complementa y me sume en el mismo estupor que por lo general siento al entrar a cualquier librería bien abastecida. ¡Cuántas escrituras excelentes aún me restan leer! ¡Cómo he perdido el tiempo!

El segundo listado, pues, aborda la no ficción y fue publicado el 6 de octubre de 1995 en el eminente Suplemento Literario del diario londineses The Times, una de mis debilidades, a pesar de mis limitaciones -a esta altura insuperables- con los idiomas extranjeros. The TLS titula así: “The hundred most influential books since the war”. Un grupo de notables consensuó, década por década, los ensayos que a su entender definieron el alma de la segunda mitad del siglo XX. Podes consultar semejante maravilla en esta dirección:
http://entertainment.timesonline.co.uk/tol/arts_and_entertainment/the_tls/article5418361.ece

Lo más reciente
Reproduzco a continuación el canon de los ochenta y más allá:
86. Raymond Aron: Memoirs (Memoires)
87. Peter Berger: The Capitalist Revolution: Fifty propositions about prosperity, equality and liberty
88. Norberto Bobbio: The Future of Democracy (Il futuro della democrazia)
89. Karl Dietrich Bracher: The Totalitarian Experience (Die totalitaere Erfahrung)
90. John Eatwell, Murray Milgate and Peter Newman (eds): The New Palgrave: The world of economics
91. Ernest Gellner: Nations and Nationalism
92. Vaclav Havel: Living in Truth
93. Stephen Hawking: A Brief History of Time
94. Paul Kennedy: The Rise and Fall of the Great Powers
95. Milan Kundera: The Book of Laughter and Forgetting
96. Primo Levi: The Drowned and the Saved (I sommersi e i salvati)
97. Roger Penrose: The Emperor's New Mind: Concerning computers, minds, and the laws of physics
98. Richard Rorty: Philosophy and the Mirror of Nature
99. Amartya Sen: Resources, Values and Development
100. Michael Walzer: Spheres of Justice

Yo, maldito arrogante, que siempre pretendo tener una teoría sobre todos los asuntos del Universo, debo reconocer que he leído completo sólo uno de estos libros (¿imprescindibles?): Auge y caída de las grandes potencias, de Paul Kennedy (Plaza & Janes, 1989). Es un ensayo esclarecedor que demuestra con cifras contundentes y casos concretos como la sobreextensión territorial y la debilidad económica conduce, de manera inexorable, a un imperio hacia la decadencia. Fue y es una advertencia para Estados Unidos.

Voy al grano y pregunto. ¿Se puede ser un hombre o una mujer culto (“un intelectual de este tiempo”) si uno no ha asimilado estos mojones claves del pensamiento universal? ¿Sí? Bloom y el TLS nos muestran el camino de la excelencia, lo demás es hojarasca.

Guillermo Belcore

miércoles, 18 de marzo de 2009

En el país del viento

Roberto Arlt­
Simurg. Recopilación de crónicas periodísticas, 154 páginas.­
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Encantador es el adjetivo que mejor define este libro. Proviene de una época en que la gratificación de la lectura no había entrado en decadencia. La gente aún demandaba crónicas de viaje. La Patria era una territorio exótico para descubrir. En el verano de 1934, el diario El Mundo encomendó pues al inquieto Roberto Arlt (1900-1942) retratar el país del viento. Viajó al Neuquén munido de un cuaderno de notas, un saco de cuero como para invernar en el Artico, botas de las siete leguas y una pistola automática.
La edición de esta gema es obra de la erudita Sylvia Saítta. Como prologuista es amena pero no duda en emplear expresiones tan horribles como “aparato de percepción”, “sistema de metaforización”, “deícticos”. Así resume el material del volumen: descripciones de paisajes procesados por una sensibilidad urbana; trascripciones de relatos orales centrados en personajes marginales (¡los contemplativos de la calle Roca!); narración de anécdotas personales; breves análisis sociales, económicos o políticos.
El relato, desprolijo pero talentoso, nos lleva de la mano a Carmen de Patagones, a la fea Viedma, a las fastidiosas estepas rionegrinas, al salvaje Neuquén, a Traful, a Mallín de las mulas. Menudean las exageraciones, pero siempre despiertan ternura. La prosa tiene una gran fuerza expresiva y la belleza de lo imperfecto. El escritor concluye extasiado en una Bariloche de tres mil habitantes, prodigio de la laboriosidad alemana y el trabajo duro de los chilotes. ¿Y los argentinos? Arlt pone el grito en el cielo por la extranjerización de la Patagonia y por una pobreza sin cuento. Hay niños que se abalanzan hacia las miguitas que se desprenden del pan de uno de sus compañeros. Igualito a la Argentina de hoy, ¿verdad?­

Guillermo Belcore­
Publicado en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata el 1 de marzo de 2009.­
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Calificación: Bueno­

lunes, 16 de marzo de 2009

¿Dónde andará Dulce Veiga?

Caio Fernando Abreu­
Adriana Hidalgo Editora. Novela, 313 páginas. Edición 2009.­
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La lectura de esta novela espumosa obliga a reflexionar sobre cierta necedad argentina. Durante décadas estuvimos pendientes del último rizoma del pseudopensamiento europeo, mientras le dábamos la espalda a una literatura fresca y cautivante como la brasileña. Felizmente, algo se ha remediado. Este blog ya disfrutó a Tabajara Ruas, Joao Gilberto Noll, Rubem Fonseca, Luis Fernando Veríssimo y la sublime colección de cuentos Sagarana de Guimaraes Rosa, cuya primera traducción al español data de 2007 (es un pecado mortal que haya tardado tanto). Ahora, descubrimos con deleite a Caio Fernando Abreu (Río Grande do Sul, 1948-1996).­
Harold Bloom diría desdeñoso que el libro es “una pieza de época”. Sí, es verdad, pero pocas veces las hacen tan encantadoras. El trazo corrosivo de Abreu retrata, no sin humor, un clima de degradación urbana. Los hechos ocurren durante la era del sida en una San Pablo fétida y maldecida. Allí reverberan deseos alucinados y proliferan los raros. Bienaventurados los locos de atar, ésa es la consigna. Todo el mundo ha tenido tiempos mejores, trátese de personas, edificios o medios de comunicación. Incluso el rock degenera en punk. Hay candomblé, cosas de melodrama, cosas del Brasil.
El protagonista es un hombre joven pobre como una rata, cínico, solitario, endeudado. Siente saudades por un chico que le enseñó los goces espirituales y físicos de la homosexualidad. Recibe un golpe de suerte: obtiene un empleo en uno de los peores diarios del planeta. El pasquín artesanal le ordena dar con Dulce Veiga, una diosa fría del canto, quien veinte años atrás desapareció como por arte de magia. El periodista deja el pellejo en la pesquisa. Todo el mundo tiene algo que ocultar. La trama es muy seductora, pero resulta curioso que una novela tan descarada concluya con un mensaje rancio y conservador. Una vida simple es lo mejor, sentencia Caio Fernando Abreu
Guillermo Belcore­
Publicado en el suplemento de Cultura del diario La Prensa.­
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Calificación: Bueno­

sábado, 14 de marzo de 2009

La encantadora de Florencia

Salman Rusdhie­
Mondadori. Novela de 327 páginas. Edición 2008­
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Borges ha imaginado un mundo congénitamente monista, donde siglos y siglos de idealismo no han dejado de influir sobre la realidad. Allí, la esperanza y la avidez del yo pueden engendrar objetos. No sabemos si Salman Rushdie (Bombay, 1947) ha leído Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, pero esta novela magnífica explota la idea. Una esposa emana de un sueño. Un emperador resucita a una bellísima antepasada. Las ficciones, a despecho de su autor, adquieren autonomía, son indestructibles. Narrar historias salva, crea, enriquece la vida, como análogamente postuló Las mil y una noches, otra influencia visible del gran Rushdie.
¡Qué riqueza expresiva la de esta obra, qué viaje cautivador! Es una fiesta para el aficionado a la novela histórica y para el lector sensualista. En una trama desbordante de sucesos y conceptos, Rushdie despliega una erudición deslumbrante, una prosa barroca -moderna y antigua a la vez- esmaltada con escenas de gran fuerza dramática. Hay, cómo no, hebras de realismo mágico. El genio mana a borbotones.
La novela nos permite presenciar los grandes acontecimientos de una época. Reconstruye tres escenarios sublimes: la corte de Akbar el Grande, emperador mongol del Indostán; la Florencia de los Médicis; el Imperio Otomano. Un granuja italiano cruza el mundo para contarle al Gran Mongol una historia que se las trae. Evoca a La encantadora de Florencia, una princesa oculta descendiente de Gengis Kan y Tamerlán que fue pasando de mano en mano como si de un diamante se tratase. El muy tunante de Mogor dell' Amore reivindica un parentesco con Akbar. Surgen personajes encantadores. Rusdhie, poeta hedonista, devela la intimidad de Maquiavelo o del sha Ismail de Persia, por ejemplo. Nos pasea por prostíbulos que hacen agua la boca. Y une las civilizaciones: Occidente -postula- es un sueño de Oriente y viceversa. La maldición de la raza humana no es que seamos tan distintos unos de otros, sino que seamos tan parecidos. Igual de necios.­
Guillermo Belcore­
­Una versión algo más corta de esta reseña se publica el domingo 15 de marzo en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata.

Calificación: Excelente!!!


PD: Las mil y una historias, bellamente narradas.

miércoles, 11 de marzo de 2009

La religión americana

Harold Bloom
Taurus. Ensayo sobre religión, Edición 2009, 288 páginas.

Si busca el alma de Estados Unidos no recurra a Melville, Pychon o Updike. En un país obsesionado con la fe, el carácter nacional se condensa en el Libro del Mormón o en el sacerdocio del creyente de los bautistas sureños. La Religión Americana es algo nuevo y aún en desarrollo. Mezcla antiguas herejías y acentos decimonónicos y avanza en el siglo XXI con un triunfalismo inmoderado. Sería inexacto considerarla como parte del cristianismo histórico. Representa una gran victoria de la imaginación, pero ha generado desgraciadas secuelas políticas y sociales. George W. Bush es una de ellas.
He aquí la tesis de este libro instructivo. Fue escrito en 1991 y con, la excepción de algunas predicciones alarmistas, no ha perdido frescura. Su autor es un judío no creyente, de fuertes tendencias gnósticas, crítico literario de profesión (uno de los pocos indispensables) que ha buscado la dimensión espiritual irreductible en las religiones más típicas de su país. Es un aguafiestas que llega con la mala noticia de que las creencias de los estadounidenses no son en absoluto las que dicen tener. No obstante, Harold Bloom (Nueva York, 1930) entiende con toda sabiduría que la religión no es el opio de las masas, sino más bien su poesía. Una lírica desbordada, buena y mala.
El libro desmenuza pues las dos ramas primordiales de esa burbujeante combinación de saberes e ignorancias que denomina Religión Americana: los mormones (una fe convertida en pueblo) y los bautistas sureños. Bosqueja a sus rivales genuinamente locales: la ciencia cristiana, los adventistas, los testigos de Jehova, los pentecostales, las iglesias afroamericanas y la New Wage. Rastrea las influencias, remonta la historia de cada credo, reflexiona sobre esa peligrosa y apocalíptica libertad que inspira a tantos ciudadanos de la Unión. No se trata de un ensayo provinciano. Es un asunto que involucra a toda la humanidad. Bloom nos recuerda que Estados Unidos está en guerra contra todo aquello que niega la categoría y la función del yo como auténtico parámetro del ser y del valor.
Guillermo Belcore
Publicado en los suplementos de Cultura de los diarios La Prensa y La Capital de Mar del Plata, el 8 de marzo de 2009.
Calificación: Bueno.

domingo, 8 de marzo de 2009

Leer sólo cuesta vida


El moscardón imaginario VII

¡Qué buenos libros están llegando a Buenos Aires! Aun tengo en el paladar los cuentos completos de John McGahern (imagen). Me pregunto por qué me fascina tanto la vieja y resentida Irlanda. ¿Será por la omnipresencia de la Iglesia Católica? ¿ O por las relaciones familiares tan fuertes? Percibo en la isla verde algo familiar y extraño al mismo tiempo. En fin, dilucidar la cuestión es materia para otra entrada. El tema aquí es otro. Quisiera reproducir una cita de McGahern (ligeramente corregida) que me dejó meditando sobre un asunto crucial hoy en mi vida de lector empedernido y, supongo, también en la vida de muchos bibliófilos:
“Hay dos clases de escritores interesantes: los auténticos inútiles y los campeones. Los que están en el medio fastidian, son los peores. Siempre escriben bastante bien como para tentarse a probar de nuevo”.
Que las pésimas narraciones o las poesías deleznables pueden resultar tan encantadoras como una obra maestra es algo que Jorge Luis Borges ya postulaba hace más de setenta años. En un artículo publicado en el diario Crítica el 23 de diciembre de 1933, el maestro se definía como “un amateur del mal gusto”. “Casi descreo del placer de libros buenos, prefiero el de los otros“, remató, no sin ironía, tras crucificar con letra impresa los poemas de un tal Francisco Villamil.
Comparto el sentimiento. Lo he experimentado al leer, por obligación profesional, mucha novelilla argentina, en especial la que recibe algún premio literario. No quisiera herir susceptibilidades, no voy a dar nombres aquí, pero confieso que a menudo llegue al final de un libro sólo por una malsana afición a la prosa de ínfima categoría. Se puede, me parece, trazar parangones con los filmes clase “C” o “D”.
La segunda parte de la apreciación (adulterada) de McGahern sostiene que los escritores del medio son los peores. Nos hacen perder lo más valioso que tenemos: el tiempo. No son tan malos como para desistir y dedicarse a otra cosa. Entonces, la mediocracia sigue publicando, distrayéndonos con sus acrobacias más o menos dignas. Y así se nos va la vida sin leer a Shakespeare, Conrad, Borges, Levrero o McGahern. El Dios de la Alta Literatura nos pedirá cuentas.
Pero de tanto en tanto se cuela entre la turbamulta de la industria editorial un campeón, según la terminología “mcgaheriana”. Como el que tengo ahora en mis manos. Estoy leyendo arrobado la última novela de Saldman Rusdhie. Lo anticipó ya: es lo mejor que le conozco, es el fruto de un talento en la cima de su madurez, una obra sensualista y erudita que atrapa desde la primera página. En una semana les detalló porque no pueden perderse “La encantadora de Florencia”. Olvídense de los del medio. “Leer sólo cuesta vida“, diría el gran poeta Carlos Solari.
Guillermo Belcore

viernes, 6 de marzo de 2009

Cuentos completos

John McGahern­
Adriana Hidalgo. Colección de cuentos, 578 páginas­
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Hace unos meses, sugeríamos La oscuridad, una espléndida novela de John McGahern (1934-2006). Aparece ahora en la Argentina un volumen con todos los cuentos que escribió el narrador irlandés. Los treinta relatos generan el mismo entusiasmo y admiración. Se trata de uno de esos libros que no puede faltar en la biblioteca del hombre culto.
McGahern cultivó el realismo sórdido, pero con hondas connotaciones. Creyó que “la vida, mirada con la razón, es una broma; pero mirada con los sentidos es una tragedia, y no tenemos una maldita idea de nada”. Trabaja con la callada desesperación. Retrata gente orgullosa pero que teme a los sacerdotes y a la sanción de la comunidad, familias con odio, gente que bebe sin parar o que trabaja como esclavo de la mañana a la noche para alimentar algunas bocas, obreros de la construcción que pasan en un pestañeo de la mirada estúpida a la violencia, maestros que envejecen mal, intelectuales sin un centavo en el bolsillo, pervertidos, amores que se van por la ventana. Uno se pregunta maravillado, ¿cómo hace este narrador para tornar tan atractivos a seres ordinarios y zafios? ¿Sería arbitrario parangonarlo con nuestro Antonio Di Benedetto?
Cualquier latinoamericano hallará un aire de familia en la vieja y amargada Irlanda rural. Lugares tranquilos como un cementerio donde se ahogan las promesas. McGahern, docente de profesión, teje sus cuentos con los hilos de la vida cotidiana. La oscuridad de los lugares pequeños; la belleza de las personas “que no buscan ninguna abstracción en la caída de una alondra”. Los personajes se repiten y así se va urdiendo un tapiz que abarca a una isla entera, en la era previa a la prosperidad. Hay no menos de veinte historias memorables en este libro.­
Guillermo Belcore­
Esta reseña se publica en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata el domingo 8 de marzo.
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Calificación: Excelente­


­PD: Una joyita. ¡Qué bárbaro! Se sigue publicando gran literatura a pesar de la crisis.­ Ese afán merece recompensa. Postulo que libros como éste son el mejor refugio para soportar el diluvio.

martes, 3 de marzo de 2009

Los best sellers prohibidos en Francia antes de la Revolución

Robert Darnton
Fondo de Cultura Económica. Ensayo de historia, 553 páginas.


Hace dos siglos, un súbdito que traficara pliegos de Questions sur l’Enciclopédye de Voltaire podía sufrir una muerte horrenda. Si no contaba con dinero ni buenas conexiones, Francia lo destinaba a las galeras; remar y remar bajo el látigo de un bruto y de un sol no menos impiadoso. La barbarie monárquica no amedrentó, empero, ese comercio clandestino. El público culto (funcionarios, nobles y burgueses, militares y hasta clérigos) estaba fascinado con la posibilidad de ver en letra impresa una vibrante defensa del ateísmo, un líbelo contra el Antiguo Régimen o una novela puerca (las obras que, como decía Rousseau, se leen con una sola mano). Había, como hoy, una demanda inagotable de vouyerismo y libre pensamiento. ¿Cómo influyó la literatura ilegal en el cambio de valores que produjo el derrumbe de los Borbones?, se pregunta este ensayo instructivo. Es decir, ¿los libros provocan revoluciones?
Robert Darnton (Nueva York, 1939) investigó durante veinticinco años qué leían los franceses en el siglo XVIII. Hurgó en archivos reales y en la contabilidad y correspondencia de prósperas editoriales de Suiza. Examinó casos de libreros de provincias, reconstruyó el contrabando más ilustre de la Historia, halló el elemento intensamente humano detrás de las estadísticas. Exploró los textos para desentrañar las mentalidades. El volumen -segundo de una trilogía- es fiel reflejo de la honestidad y erudición de un catedrático de Princeton y de Harvard. Se completa con una antología; fragmentos de tres obras de la Ilustración: la narración de una serie de orgías cosidas con especulaciones metafísicas, una fantasía utópica, y la minuciosa difamación de Versalles. ¡Qué deliciosas! Es la espuma que producen los bajos fondos de la República de las Letras.
La obra fue escrita en 1996. Trae información a raudales, muy poco tedio y una buena noticia para los bibliófilos: la historia de los libros se ha consolidado como disciplina nueva en el seno de las ciencias humanas. Incumbe tanto a la sociología como a la literatura. Confirma que la sed de buena escritura es tan universal como eterna.
Guillermo Belcore
Publicado en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata.

Calificación: Muy bueno

PD: Leo una tesis inobjetable: la noción roussoniana de voluntad general conduce inexorablemente al Terror. Pienso en el comunismo y el nazismo, y en el fascismo, su primo caricaturesco. Y en el pariente inconfesado de éste: el peronismo. Cuando un movimiento político se asume como representante “genuino” del pueblo, la democracia cruje.

domingo, 1 de marzo de 2009

Historia secreta de Costaguana

Juan Gabriel Vázquez
Alfaguara. Novela de 293 páginas. Edición: 2008.

Usan los chinos una lúcida expresión para maldecir: “Que te toquen tiempos interesantes“, espetan sin más. Los tiempos interesantes -s¡ lo sabremos los periodistas- son los tiempos de revolución, guerra, debacle económica. Es ese momento diabólico cuando la Historia y la Política se asocian para malversar los destinos individuales. Esa maldición es el eje de esta cautivante novela, escrita por un joven a quien le duele la patria.
Es probable que Juan Gabriel Vásquez (Bogotá 1973) aún no haya encontrado su mejor voz. Es raro el párrafo al que no le sobren palabras. Tiene el afán de decirlo todo. Hay demasiados sustantivos comunes en mayusculas. Emplea el recurso de hablarle a un supuesto tribunal de lectores. Casi nunca resulta encantador. Pero todos estos deslices se ven largamente compensados por el tema. La novela nos agarra de las solapas y no nos suelta hasta el final. Unir a un famoso escritor con un pobre colombiano anónimo y desterrado para detallar la invención de la República de Panamá no puede sino ser el fruto de un genio vivaz y original.
El lector culto habrá percibido que el título de esta obra refiere a Nostromo, uno de los libros consagratorios del colosal Joseph Conrad. El narrador se llama José Altamirano, supuesta musa del escritor nacido en Polonia. Con prosa torrencial va trazando dos vidas paralelas que finalmente convergen en una gélida noche londinense. Antes de eso, Vázquez dicta lecciones de historia sobre un país aficionado a las carnicerías despiadadas, donde los hombres no se ayudan a s¡ mismos, como bien percibió Conrad. El protagonista (sumiso ante la voz ronca del Tío Sam) cumple un papel relevante en la amputación de uno de los brazos de la querida Colombia. Se trata de una dramática y conmovedora venganza. Fue un tiro para el bando de la Justicia. ¿Qué derecho tiene el Estado de arruinarle la vida al hombre ajeno a las luchas de poder?
Guillermo Belcore

Calificación: Bueno
Publicado en el suplemento de Cultura del diario La Prensa.