martes, 4 de agosto de 2009

Un encuentro

Milan Kundera­
Tusquets. 213 líneas­. Ensayos sobre el arte. Edición 2009
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La excelencia rige el curso de este libro. El placer deviene no sólo de la magnífica prosa, perfecta en su sencillez. También es agradable tropezar con una idea seductora, una cita virtuosa, una asociación nunca antes percibida. A los ochenta años, Milan Kundera evoca recuerdos, pondera sus aficiones artísticas, indaga en asuntos de la política y de la vida. De paso, nos enseña a los periodistas cómo se elabora la más sublime crítica literaria. A los melómanos advierte que el sentimentalismo es la maldición de la música, su lado tonto.

El método de orfebre es el siguiente: toma con delicadeza un fragmento de alta cultura y lo convierte en una sutil reflexión sobre la naturaleza humana o el estado del mundo. Por ejemplo: De un castillo a otro, de Louis-Ferdinand Celine, le permite inferir que la vanidad no es un vicio, sino un atributo consustancial al hombre. La revelación surge de la muerte de una mascota: “lo que molesta en la agonía de los hombres -escribió Céline- son los fastos... el hombre siempre acaba en un escenario... hasta el más sencillo”.

Contiene el volumen más de veinte ensayos que, además de explorar antiguas querencias de la música, la pintura y el cine, conforman una exquisita guía de lectura. Kundera señala con el dedo autores que no deben ser soslayados por un lector que se precie de tal. Como Rabelais, o Curzio Malaparte, o el islandés Gudbergur Bergsson. Otra cima del libro es la reprobación de las listas negras, es decir los veredictos arbitrarios e inverificables que profieren las modas y los sumos sacerdotes de los salones librescos. Kundera está indignado con Paul Valéry. No tenía derecho a denigrar a Anatole France, el creador “de la cotidianeidad literaria en tiempos de masacre”.­
Guillermo Belcore­
­Publicado en el suplemento de Cultura del diario La Prensa


Calificación: Muy bueno

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