martes, 5 de enero de 2010

El pasajero

Rodolfo Rabanal
Seix Barral. Novela, 186 páginas. Edición 2009

Publicado en 1984, este libro narra la corta convivencia de un grupo de escritores de distintas nacionalidades en una Universidad de Michigan, subvencionado por una misteriosa institución, nunca se explica bien para qué. Es posible que incluya material autobiográfico, pero la story parece mera coartada para que Rodolfo Rabanal pueda exponer su desdén por Estados Unidos. El telón de fondo es la guerra fría. Hay una descripción de los becarios que calza perfecta a tantos intelectuales argentinos: “Gente vana y descontenta, a la espera siempre de un mendrugo, por lo demás esquivo, ávida de sexo novelesco y de aplausos que colmen su vanidad y legitimen su farsa“.

En honor a la verdad, ocurren pocas cosas interesantes. El libro carece de tensión dramática, con la excepción del final que es muy bueno. Los personajes son planos o bien fueron desaprovechados como el caso del intrigante señor Edwin Thurber, la encarnación del poder burocrático. Tal vez, la novela haya intentado ser filosófica, pero dos elementos le jugaron en contra. En primer lugar, el narrador, Pablo Morán, no es una figura estimulante, ni siquiera un agudo observador de los usos y costumbres. Segundo, la visión del suburbio norteamericano no va más allá del tópico pseudoaristocrático, es decir, la certeza de que hay algo maligno en el igualitarismo. Dicho en borgeano tardío, las opiniones se desustancian en repudios pueriles.

La fortuna del libro, pues, radica en el lenguaje. Rabanal, un autor prolífico y respetado, escribe francamente muy bien. El vocabulario es copioso. Hay descripciones sensuales y párrafos que cuentan con un cromado refulgente. La pregunta es la siguiente: ¿basta un estilo estupendo para volver a un texto recomendable? Cada lector deberá elaborar su propia respuesta.
Guillermo Belcore
Publicado en el suplemento de Cultura del diario La Prensa el domingo 3 de enero de 2009.

Calificación: Regular

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