domingo, 1 de agosto de 2010

Piedra infernal

Malcolm Lowry
Tusquets. Novela de 126 páginas, edición 2010. Precio aproximado: 40 pesos

Se dice que Malcolm Lowry, el pobre niño rico que odiaba a su padre puritano y ferozmente abstemio, es el más grande de los escritores alcohólicos. Nació en Inglaterra en 1909 y murió en Canadá en 1957, ahogado en su propio vómito. Amó la música, el mar y los deportes, pero dilapidó casi todo su tiempo metido en borracheras. Publicó en vida, gracias al amor de sus mujeres y la veneración de un editor loco, dos novelas, una de ellas un texto imprescindible del siglo XX. El resto de su producción es póstuma y en ella relumbra especialmente este librito al que Lowry consideraba como parte de una trilogía. Si Bajo el volcán, su obra maestra, representaba el averno, Piedra infernal simboliza el descenso al purgatorio.

Como todas las demás, la novela es autobiográfica y rezuma angustia espiritual. En 1935, el escritor fue encerrado una temporadita en el Hospital Bellevue de Nueva York con el corazón destrozado y el whisky burbujeando en las venas. La experiencia en el manicomio la condensó en poco más de cien páginas con una poética admirable. Todo el universo luce embadurnado de desastre. Lowry trabajo casi veinte años en el libro, lo colmó de metáforas ingeniosas, personajes interesantes y lúcidas apreciaciones, pero nunca se sintió satisfecho.

Obsérvese la primera frase del libro; es perfecta y combina dos pasiones del autor:

"Un hombre sale a primera hora de la mañana de una taberna del puerto, con el olor del mar en la nariz y una botella de whisky en el bolsillo, y se desliza ligero sobre los adoquines como un barco que se hace a la mar".

El alter de ego de Lowry se hace llamar en el loquero Bill Plantagenet, aunque al principio se había presentado como S.S. Lawhill (el hombre que creía ser un barco). Pianista fracasado, traba amistad con un viejo judío que no tiene un ápice de loco, un niño asesino aficionado a un curioso simbolismo y un negro que no puede quedarse quieto. Sufre hermosos delirios, sufre un miedo peor al que aparece cuando uno debe dejar de beber al acabarse el dinero. ¿Merced a que milagro se dan también el amor y la compasión en la antesala del infierno?, se pregunta. Las historias son de cosas que se hunden, que se desmoronan, que se vienen abajo. La trama es circular. Bill concluye donde empezó, en una taberna, arrumbado en posición fetal. “Nunca iba a intentar algo para que lo que no tenía tiempo: enfrentarse de verdad al mundo”.
Guillermo Belcore
Publicado hoy en lo suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata

Calificación: Bueno

1 comentario:

Anónimo dijo...

ASTERION:
Qué patético es un personaje que PIERDE LA VIDA BEBIENDO ....y que además NO SE ENFRENTA AL MUNDO....

MI DIOS!!!!

ALEJANDRO
desde chile.