domingo, 24 de noviembre de 2013

El testamento del Mago Tenor

César Aira


Emecé. Novela, 149 páginas. Edición 2013


Es muy posible que la esencia literaria sea como el ser de Parménides. Inmutable, las transformaciones son ilusiones de nuestros sentidos. Básicamente, desde Homero hasta César Aira, la Alta Literatura ha seducido por alguno de estos cuatro elementos: la poética, la filosofía, la anécdota y el personaje. Cómo se ensamblan en una novela (la carpintería) es lo de menos. Las generales de la ley se aplican, naturalmente, a las raras creaturas del genio de Pringles. La última es muy recomendable por su riqueza expresiva (sobre todo en el reluciente primer capítulo) y por sus epifanías semánticas. Poética y filosofía, es decir nada nuevo bajo el sol.

A esta altura del partido, hablar de la trama de una novela de Aira puede resultar tan útil como describir el diseño de la tapa. Hay aquí un presdigitador que agoniza en Suiza. In extremis, el Mago Tenor lega gratuitamente su último truco al Buda Eterno. Viaja entonces hasta el Punjab un joven abogado helvético en busca de esa caricatura de la religiosidad popular. En el barco traba ligazón con la hermosa Palmyra.

La historia, se comprenderá, es lo de menos. Sirve sólo como pretexto para que Aira añada al universo parangones entre magia y literatura, brillantes observaciones sobre el subcontinente indio, donde “lo exótico se exhibe con un desparpajo heroico'', y una definición insuperable sobre el acto de lectura. Pululan, como es tradición en la demasiada copiosa producción airana, los giros disparatados o desopilantes, obsesiones personalísimas caso las miniaturas, todo presentado con una prosa límpida que sólo puede ser comparada con un diamante finamente tallado. Los libros de Aira se olvidan rápido como los sueños, pero valen la pena. El virtuosismo de la ejecución es su secreto y su gloria.

Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
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Calificación: Bueno

 


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