jueves, 23 de octubre de 2008

Tres vidas secretas

Reinaldo Laddaga­
Adriana Hidalgo editora. Ensayo de 155 páginas. Edición 2008.
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­Es probable que el profesor Reinaldo Laddaga (Rosario, 1963) no ofrezca al lector espabilado nada nuevo sobre John Rockefeller, Walt Disney u Osama Bin Laden. No obstante, este libro seduce por el estilo y talento para el detalle. Es tan espléndida la dicción que uno se abandona, como hipnotizado, al goce de la lectura. ¿Qué pretende el catedrático de la Universidad de Pennsylvania? Mostrar de dónde provienen las corrientes de acción y pensamiento del atroz presente.

Laddaga desovilla en el primer capítulo una hermosa cita. Bertrand Russell dijo que le debemos a Rockefeller la refutación del sueño liberal de que la felicidad universal puede esperarse de la expansión de la competencia entre los hombres. El magnate del petróleo, en efecto, fue el paradigma del capitalismo monopólico. Estados Unidos partió en pedazos su creatura, la Standard Oil. En su alma, nos ilustra el libro, los planes comerciales se imbrincaban con los planes religiosos, como dos especies de malezas creciendo en el mismo territorio.­

El capítulo de Walt Disney, paradigma del industrial del entretenimiento, comienza con una descripción de los conductores de rebaños, hombres habilísimos para arriar ganado. La analogía recuerda a cierta obra famosa y superficial de Ariel Dorfman, paradigma de la era socialista. Pero la escritura de Laddaga va ganando en profundidad hasta el tremendo final. Dígase de paso que la música es una de las claves de la obra.­

El último relato, por su intensidad oscura, es el mejor. Nos revela como un tarambana, un extraviado, se convirtió en asesino múltiple. Fue el número diecinueve de cincuenta y cinco hijos que Mohamed Bin Laden tuvo con veintidós esposas. Laddaga nos permite espiar su estupidez y maldad en Arabia, Afganistán, Sudán y de nuevo en el centro de Asia. Osama, el criador de abejas homicidas.­
Guillermo Belcore
Publicado en el suplemento de Cultura del diario La Prensa.­

­Calificación: Bueno­

­PD: Una muy grata sorpresa. Como De Quincey, soy un convencido de que el estilo lo es todo.

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