viernes, 12 de junio de 2009

La confesión

César Aira
Beatriz Viterbo. Novela. Edición 2009. Precio aproximado: 35 pesos.

Veamos. La narración fluye improvisada con un comienzo realista y un final fantástico. Sobre la marcha, se le impone una organizada truculencia social, pero sin perder sutileza. Justamente, sutileza, misterio y asimetría son las virtudes del texto. El hilo del relato cambia una y otra vez de rumbo, pero nunca se corta el encanto. Esto se debe a que el lector va visualizando las escenas. El planteo literario se basa en la noción de que se puede vivir sobre el disparate, siempre y cuando se acepten sus colaterales de representación y felicidad.

Hasta aquí las palabras de César Aira, para describir los afanes de su personaje, el Conde Vladimir Hilario Orlov, un aristócrata decadente, un farsante inveterado, de tonito socarrón, cuya parte principal de su trabajo de supervivencia es hablar, contar e inventar. Pero perfectamente podría haber sido el comienzo de la reseña de la enésima novela infinitesimal del más enigmático y fascinante escritor argentino. Hablemos claro: Orlov es Aira. La confesión obraría, entonces, como una fantasía autodescriptiva, un ardid de prosa impecable que busca justificar un procedimiento narrativo que aún despierta encendidas y jugosas polémicas en la academia, los medios y los blogs. Y como quien no quiere la cosa, el libro va traficando postulados claramente borgeanos: “Para que una historia valga la pena debe haber algo que no se entienda del todo”.

Aira aparece también en el niño obeso que inventa sus propias reglas del juego (el observador debe deducirlas) por puro gusto infantil por la intriga sin solución. El absurdo -explica- es un modo mágico de hacerse obedecer. El Conde teme que el gordinflón revele un secreto en una reunión familiar. Sentado junto a él está Don Aniceto, un anciano de cara tallada en algarrobo que vendría a simbolizar a los escritores realistas con sus historias proletarias y miserabilistas. Orlov-Aira nos espeta dos advertencias: aborrece la descendencia (¡ojo, jóvenes emuladores argentinos!) y seguirá haciendo de las suyas hasta el final de sus días.
Guillermo Belcore
Esta reseña se publica en el suplemento de Cultura de La Prensa el domingo 14 de junio.
Clasificación: Regular

PD: ¡Vaya tipo! Escribir libros para reivindicar sus procedimientos estéticos. Esta novelita, me parece, sólo puede ser disfrutada por la entusiasta grey aireana. Conmigo no cuenten.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sinceramente, gracias por la contundencia. En mi opinión, la soberbia del séquito aireano demuestra, simplemente, un profundo desprecio por el mundo que existe fuera de los límites conocidos. La argentinidad al palo, vamos.

Tatota