domingo, 20 de marzo de 2011

Autobiografía de Irene

Silvina Ocampo
Lumen. Cuentos, 189 páginas.

“No hay distinción en la faz de nuestras experiencias; algunas son vívidas, otras opacas; algunas agradables, otras son una agonía para el recuerdo; pero no hay cómo saber cuáles fueron sueños y cuáles realidad”.
Silvina Ocampo

Sostiene el indispensable Diccionario de Autores Latinoamericanos de César Aira que Silvina Ocampo (1903-1993) fue una de las mejores y más originales cuentistas del castellano. Esta feliz reimpresión confirma la sentencia. La hermana menor de Victoria -la mujer de Adolfo Bioy Casares- tenía una imaginación extraordinaria, una inteligencia prodigiosa y un estilo depuradísimo que rinde tributo a Jorge Luis Borges a través del léxico, de ciertas expresiones, del cultivo de la paradoja, del recurso de la fuente apócrifa o la cita erudita y de la evanescencia de los límites entre sueño y realidad. Acaso Silvina ansiaba secretamente en 1946 la aprobación artística del autor de El Alep.

El volumen, de muy grata lectura, incluye una nouvelle memorable. Los impostores rescribe el misterio del desdoblamiento del yo, en clave de literatura pampeana. Un oportuna nota al texto nos anoticia de su deuda con Le Voyageur sur la terre (1927) de Julian Green. Está tan bien escrito que en un momento el lector se pierde en la espesura y ya no puede estar seguro de lo que es existencia y de lo que es alucinación. El texto capturó la atención de varias cineastas; se incluye un argumento cinematográfico que Silvina preparó para Leopoldo Torre Nilson.

Pero no es la única lindeza del libro. La autobiografía de Irene concibe a una mujer que es el reverso de Funes, el memorioso. Ve el futuro (nada nunca le es nuevo) pero es incapaz de atesorar recuerdos. Recobra esa facultad el día de su muerte. La red, cuento que también ha sido filmado, da cuenta de la venganza de una mariposa, convertida en un pequeño monstruo espectral con espantosa cara humana. ¿O acaso todo era fruto de la imaginación calenturienta de la señorita Keng-su? En Fragmentos del libro invisible, el lirismo de Silvina imagina cómo es en verdad el paraíso. En Epitafio romano ofrece tres finales a la carta para la celosa venganza de un patricio. El misterio, la belleza, la locura y la erudición rigen cada uno de los textos.

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Muy bueno

PD: Dice también la magnífica enciclopedia aireana de Silvina Ocampo que “aunque vivió rodeada de escritores (su marido Adolfo Bioy Casares, Borges, Bianco, Wilcock, su hermana Victoria) no hay influencia de ninguno de ellos en su obra”. Me parece que la definición no es correcta. Insisto, la influencia de Borges es notoria en la prosa de Silvina. Obsérvese el estilo de este párrafo cristalino:

“Oscuros cipreses, un puente de madera al pie del monte Aventino, el cielo más azul sobre las aguas del Tíber, desconocidas casas plebeyas (sin la redención de los patios), organizaban, perfeccionaban, el atormentado secreto de un caballero romano”.

2 comentarios:

dario dijo...

Señor Belcore, totalmente de acuerdo, creo que la influencia es notoria, habría que revisar si en algún momento no fue mutua. No lo digo solo por el párrafo sino en todo el mencionado libro, y en los que se han puesto a la venta en estos dias.

Germán dijo...

¿Te parece? ¿Una frase que contenga Oscuros, desconocidas, plebeyas, atormetado? Ni hablar del cielo más azul.
Claro, también está la redención de los patios, pero igual.