domingo, 14 de julio de 2013

Historia de las pulgas que viajaron a la Luna

Kobo Abe

Eterna Cadencia. Cuentos, 263 páginas. Edición 2013


Después de leer los estremecedores cuentos de este volumen no suena descabellado postular que Kobo Abe (Tokio 1924-1993) ha obrado como una suerte de nexo entre las imaginerías desoladas de Frank Kafka y el pesimismo a ultranza del ciberpunk. Uno se va del libro con ánimo taciturno pero convencido de que ha recibido algo valioso. Le debemos la antología a la feliz conjunción entre el profesor Ryukichi Terao de la Universidad de Yokohama, al becario Gregory Zambrano y al sello nacional Eterna Cadencia. El lector inquieto no puede sino agradecer el rescate y la divulgación de una voz singular del fascinante Japón.

El prologuista nos explica que el hilo dorado que une los once relatos es la ficción científica. Otro factor común es la apelación a lo imprevisto; en un punto el argumento se tuerce de manera tan extraña como irrevocable. También puede mencionarse la sabrosa filiación izquierdista de Abe que lo obliga, con buenas razones, a aborrecer de los plutócratas y la alienación laboral pero que se halla muy alejada del dogma marxista, al punto que el escritor fue expulsado en su momento del Partido Comunista Japonés, medalla de la que bien puede uno enorgullecerse. En lo que al estilo se refiere, los cuentos relumbran por su eclecticismo; van desde lo desmañado hasta el barroco afectado en el soliloquio de un periodista arrogante y superficial (como casi todos, bah).

Sin embargo, la car
acterística primordial de los cuentos de Abe quizás sea la proliferación de elementos siniestros que nos golpean en el rostro como una bandada de murciélagos asquerosos revoloteando al anochecer. Hay un suicida que es transformado en robot homicida; hay dos chicas pobres que estrangulan a su padre; hay un señor que se arroja al vacío delante de sus hijos desde la azotea de un gran almacén y se convierte en palo; hay un demente que busca esposa para cuidar a sus niños hologramas que mantiene confinados en el sótano; hay una convención global de pulgas. El doctor Abe (estudió medicina) transmite la certeza que nada puede ser peor que la especie humana. Pero ese pesimismo es vivificador.    
Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Muy bueno





 PD: En este blog se ha elogiado otro obra del magnífico doctor Abe. Pinche aquí: http://labibliotecadeasterion.blogspot.com.ar/2012/01/los-cuentos-siniestros.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

A leer a Kobo Abe! La literatura japonesa tiene ese toque siniestro que es a la vez humano y estremecedor. En los cuentos esa característica termina potenciándose.