lunes, 2 de junio de 2014

La última batalla estratégica de Occidente

Por Guillermo Belcore

La última gran batalla estratégica de Occidente se libró hace setenta años. Fue la mayor invasión anfibia de la Historia. Y acaso la última vez que un general inglés comandó una alianza. Normandía definió la Segunda Guerra Mundial. Si hubiese fracasado, toda la historia del siglo XX pudo haber sido distinta.

Alemania hubiera ganado al menos un año para contener a los rusos en el Frente Oriental y quizás -tras deshacerse de los nazis, esa excepcionalidad- lograr un armisticio similar al de 1918. La mitad de Europa se habría ahorrado la experiencia abominable del bolchevismo. Pero son meras conjeturas. Lo cierto es que hubo, por un lado, una brillante operación logística sin parangones y por el otro una pirámide de errores que definieron el resultado en un tiempo relativamente breve. El 6 de junio de 1944 a las 6.30 los primeros soldados estadounidenses desembarcaron en Francia. El 25 de agosto liberaron París. Overlord fue un completo éxito.


1) ¿Por qué la invasión a Francia?


Después de que Rusia frenase a los mastines de Hitler y de que Estados Unidos se involucrara en Europa era sólo cuestión de tiempo que los aliados intentasen liberar a Francia y quedar así a tiro de piedra del Ruhr, el corazón industrial de Alemania. Desde hace tiempo, Stalin presionaba por la apertura de un segundo frente que aliviara al Ejército Rojo (para 1944, más de siete millones de soldados soviéticos habían perecido en la guerra). En palabras de sir Winston Churchill, ese Pericles contemporáneo, con semejantes aliados la derrota del hitlerismo no consistía sino "en la adecuada aplicación de una fuerza militar irresistible".
En la conferencia Trident, celebrada en Washington en mayo de 1943, se fijo una fecha provisional de un año para la invasión de Francia. La operación recibió el nombre clave de Overlord. Los planificadores se sentaron a trabajar. Seis meses después, en la conferencia Sextant que hospedó El Cairo, los aliados designaron a Dwigh W. Eisenhower, el general estadounidense más prestigioso, como Comandante en Jefe Supremo de la Fuerza Expedicionaria. Fue una decisión acertadísima. Eisenhower demostró poseer un buen criterio en todas las decisiones claves relacionadas con el desembarco y sus habilidades diplomáticas lograron mantener unida una frágil coalición y una comandancia militar disparatada. En Teherán (conferencia Eureka, diciembre de 1943) Stalin y Roosevelt ignoraron la prudencia de Churchill -temía que la empresa fuese prematura- y se fijó mayo de 1944 como fecha definitiva.


2) ¿Por qué Normandía?


Según la lógica militar, el lugar más apropiado para el desembarco era el Paso de Calais, frente a Dover. Es el punto más estrecho del Canal de la Mancha. Pero los aliados apelaron al factor sorpresa. El general Frederick Morgan, el principal organizador británico, ha escrito: "Uno organiza las cosas de tal modo que la batalla tenga lugar lo más lejos posible de la playa, porque si la batalla se entabla en la playa, uno ya está derrotado".

Se eligió entonces la Bahía del Sena, un lugar menos fortificado que el Paso de Calais, con playas accesibles y protegido de los vientos por la península de Cotentin. La decisión final, en cuanto al lugar, se tomó en la conferencia Quadrant en Quebec por Roosevelt y Churchill, en persona. Normandía a 150 kilómetros de la costa inglesa era el lugar apropiado, pero había que confundir a los alemanes.


3 - ¿Cómo se engañó a Hitler?


Fortitude fue el nombre en código de la operación que montaron los Aliados para enmascarar la fecha y, sobre todo, el lugar del desembarco. Lograron hacer creer a los nazis que un ficticio Primer Grupo de Ejército de Estados Unidos -al mando del brioso general George Patton- estaba presente en Kent, frente a Calais. Así consiguieron inmovilizar al 15º Ejército alemán con sus 17 divisiones. Las aguas fueron sembradas con falsas lanchas de desembarco. Cerca de Dover se instaló una gigantesca boca de bombeo de petróleo construida con papel maché, a la vez que en la campiña se desplegaron gran cantidad de tanques de hule. De noche, convoyes de camiones -siempre los mismos- iban y venían. El éter se intoxicó con fantasmales mensaje de radio.

4 - ¿Cómo eran los planes de los aliados?


La victoria dependía del éxito de desembarcar tropas y suministros antes de que los alemanes reforzaran sus frentes. Desde el 1º de abril se arrojaron 195.000 toneladas de bombas sobre ferrocarriles, nudos de comunicaciones y la infraestructura alemana en Francia.

El plan de batalla fue ideado por el fatuo general Sir Bernard L. Montgomery, en su carácter de comandante en jefe del Ejército de tierra. La invasión implicaría a cinco divisiones de infantería (dos estadounidenses, dos británicas, una canadiense), mientras otras divisiones americanas y una inglesa se arrojaban en paracaídas sobre los extremos. El desembarco se produciría en cinco puntos bautizados en código Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword, en un arco de noventa kilómetros. Los ingleses arremeterían en dirección a la llanura de Caen-Falaise, con los estadounidenses cubriendo los flancos y la retaguardia. Esa punta de lanza apuntaría a París, amenazando con desgarrar el frente. Pero era un ardid. Los norteamericanos rebasarían Normandía y se desviarían hacia el Oeste para asegurar los puertos de Bretaña, los que -junto a Cherburgo- permitirían una base logística para acometer la segunda etapa: cuatro Ejércitos aliados avanzarían en un amplio frente hacia el Este, evitando un contraataque alemán contra el flanco. Los optimistas confiaban en alcanzar el Sena en noventa días después del Día D y que la guerra concluiría a más tardar en octubre. Alemania resistió hasta mayo de 1945.


5 - ¿Cómo eran los planes alemanes?


Tres preguntas elementales definían el destino de Alemania. I) ¿Dónde desembarcarán? II) ¿Cuándo desembarcarán? III) ¿Dónde entablar la lucha? Los nazis se equivocaron rotundamente en las dos primeras y muchos expertos creen que en la tercera también.

Las extraordinarias tácticas de engaño de los aliados indujeron a los alemanes a esperar el ataque en Calais. Se tragaron un secreto que involucraba a dos millones de personas.

Los defensores contaban -al menos en el papel- con 60 divisiones de infantería (en Rusia agonizaban 200) y 10 acorazadas para repeler una invasión en algún punto de los 900 kilómetros de costa entre España y Holanda. Dos concepciones se batían a duelo. El aristocrático general Gerd Von Rundstedt, comandante en jefe de las fuerzas del Oeste, consideró que la mejor estrategia era concentrar los tanques tierra adentro para después lanzarlos como un puño de acero cuando los aliados avanzarán hacia el interior.

Era la doctrina de la defensa móvil que había probado su eficacia en el frente ruso. El generalfeld-marshall Erwin Rommel, supervisor de todas las defensas costeras y jefe del Grupo de Ejércitos B, pensaba que era un plan suicida, dado la aplastante superioridad aérea de los adversarios. Este maestro de la guerra de maniobras y ex comandante del Africa Korps fue quien en la práctica dirigió la resistencia. Había bregado por desplegar los tanques en las proximidades de la costa para rechazar al enemigo en las mismas playas y durante las primeras 24 horas.

Vacilando entre ambos conceptos tácticos, Hitler no se decidió por ninguno y ató las manos de Rommel cuando todo dependía de una rápida acometida. Las obsesiones del Führer eran contrarias a un principio tradicional del Estado Mayor del Ejército alemán: la flexibilidad. Desde el desastre de Stalingrado, ese "cabo bohemio" (como lo llamaban en privado sus aristócratas generales) abominaba de la defensa flexible. Había que retener cada palmo de terreno.


6 - ¿Por qué el 6 de junio?


El Día D debía ser un día con muchas horas de luz y fuerte marea para que, cuando bajaran las aguas, los obstáculos de la playa estuvieran al descubierto. Era preferible que la luna guiara a los paracaidistas. Finalmente, debía ser elegido de acuerdo a la Hora H, es decir el instante maldito en que ultrajara la arena la primera oleada de desembarco. Se necesitaba que antes de la Hora H hubiese unos 60 minutos de luz para que los bombardeos navales y aéreos fueses precisos. El 21, 22 y 23 de mayo reunían esas condiciones, pero era demasiado pronto. La restante ventana de oportunidad se abrió entre el 5 y el 7 de junio. Eisenhower eligió el 5, pero hubo mal tiempo. Los meteorólogos sentenciaron tres días de tormenta y Rommel se fue fatalmente a visitar a su esposa en Alemania, confirmando un raro defecto: nunca estaba en el lugar correcto en el momento clave. Pero el día 6 se abrieron las nubes y el comandante supremo dio la orden esperada: "Okey, vamos".

7 - ¿Cómo se desarrolló el Día D?


La Batalla de Normandía comenzó pocos minutos después de las 0.00 del día 6 con la primera y última gran invasión paracaidista nocturna de la historia. Las Divisiones Aerotransportadas norteamericanas 82ª y 101ª cayeron en un área deliberadamente inundada en Cotentin. Perdieron muchos hombres ahogados y se trabaron en fiera lucha pero aseguraron el terreno.

"Aquella noche -escribió Anthony Beever- fue testigo de los combates probablemente más atroces de toda la guerra en el frente occidental". La 6ª División Aerotransportada británica capturó con más facilidad sus objetivos en el extremo oriental y sus comandos también conquistaron puentes clave sobre el canal de Caen y el río Ome.

A las tres de la madrugada una lluvia de bombas empezó a atormentar el suelo. Al rayar el alba, seis acorazados, 23 cruceros, 104 destructores y dos cañoneras, que habían llegado a Normandía con las 3.000 lanchas de desembarco y 2.500 embarcaciones de transporte, abrieron fuego.

A las 6.30, entre una bruma gris, los primeros soldados norteamericanos pisaron la arena. Los británicos y canadienses en las playas Gold, Juno y Sword encontraron una tenue resistencia. Lo mismo, los norteamericanos en Utah. En cambio, la 1era división estadounidense en Omaha se enfrentó a la mejor de las divisiones alemanas, las 352ª que casualmente estaba allí. El desembarco pareció fracasar durante la mañana. Sólo la tiranía de los oficiales hizo avanzar a la soldadesca. Cuando concluyó el Día D, los invasores de Omaha sólo habían penetrado dos kilómetros tierra adentro.

El alto mando alemán no estuvo a la altura de las circunstancias. Se dilapidó tiempo precioso. Al principio, Hitler era reacio a liberar las divisiones acorazadas. Cuando accedió a hacerlo, a primera hora de la tarde, elementos de la 21ª División Panzer penetraron como una tromba en la brecha entre la 3ª División británica y la 3ª canadiense y casi llegaron al mar. Si lo hubiesen alcanzado, las bajas podrían haber sido intolerables. La feroz resistencia de los artilleros antitanque en Périers-sur-le-Dan revirtió la contraofensiva por la noche.

Al final del día, Rommel llegó a su cuartel general y puso en marcha una defensa estática, cuya intención era ceder la menor cantidad posible de terreno. Hitler, cuándo no, sabotearía sus planes. Eisenhower, en su puesto de mando de Portsmouth, recibió el balance. De los 156.000 hombres desembarcados, hubo 11.000 bajas lo que constituyó una cifra excepcionalmente exigua para una operación tan ambiciosa. El día 7, al amanecer, desembarcó Montgomery y ya saboreaba la victoria. Los aliados tomaron Cherburgo el 27 de junio, Caen (la capital regional) el 9 de julio y París, el 25 de agosto.



8 - ¿Era la victoria aliada inevitable?


Ha sido la pregunta favorita de los historiadores. ¿Qué hubiese ocurrido si Hitler se retiraba de Italia y desplegaba otras 20 divisiones en Francia. ¿O si hubiese contado con un espionaje eficaz para desbaratar la operación Fortitude? Hay muchas cosas que los alemanes podrían haber hecho los meses previos, pero tal como se desarrolló la batalla no hay nada que hubieran podido hacer para ganarla, aunque debe reconocer que mantuvieron una capacidad extraordinaria para hacer frente a sus enemigos y causar un buen número de bajas entre sus filas. La cornucopia industrial estadounidense se encaró de suplir largamente las deficiencias circunstanciales como la inferioridad de sus armas, la inexperiencia de las tropas o la ineptitud de los comandantes.

La superioridad aérea fue un factor decisivo. Más de 13.000 cazas, bombardeos y aviones de transporte se enfrentaron a las 400 aeronaves que Berlín fue capaz de disponer. Wo ist die Luftwaffe (¿Dónde está la aviación?) fue el lamento constante de la experiencia del ejército alemán en Normandía.

La campaña concluyó pues en agosto con la sangrienta batalla de la Bolsa de Falaise, un Stalingrado en menor escala. El Grupo de Ejércitos B alemán intentaba retirarse hacia el este entre la tenaza del 2º Ejército canadiense al norte y las columnas estadounidenses que giraban hacia el sur. "La 1ª División Blindada polaca -que estaba integrada con los canadienses- puso heroicamente el corcho a la botella. Algunos alemanes escaparon pero la mayoría quedaron atrapados. Los bombardearon desde el aire o los pulverizaron con la artillería. Murieron unos 10 mil y otros 50 mil se rindieron", relata el historiador Norman Davies.


Publicado en el diario La Prensa el domingo pasado.

Bibliografía:
1) El Día D. Anthony Beever. Editorial Crítica.
2) Tormentas de guerra. German Wouk. Grijalbo.
3) Europa en guerra. Norman Davies. Planeta.
4) Normandía 1944. Osprey Military. Colección Ejércitos y Batallas. Autores varios.
5) La Segunda Guerra Mundial. John Keegan. Pimlico.

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