sábado, 9 de enero de 2016

Ven desde los campos, padre

Es verdad que sobre los labrados muebles de las torres de marfil -pienso en Borges- se ha escrito magnífica poesía. Pero tengo la impresión de que la lírica desgarradora se fragua sólo en el fango de la vida, es decir que proviene de la sangre, el sudor o las lágrimas. Walt Whitman es un caso rotundo. Este hombre sencillo, de origen humilde y enorme corazón, escribió muchísimo mientras asistía -como voluntario- a los heridos de la Guerra de Secesión en los hospitales yankees. Vio en qué puede convertir a un ser humano la metralla y la pólvora y sintió la necesidad, visceral, de dejar testimonio. Entre ellos, el poema ‘Ven desde los campos padre’ (publicado en la colección Redobles de tambor) uno de los textos más conmovedores sobre los efectos prácticos de la guerra que he me ha tocado en suerte leer. Tropecé con él en un ensayo de John Keegan (pinche aquí) y se me ocurrió que no puedo dejar de compartirlo con los amigos de este blog.   


Ven desde los campos, padre


Por Walt Whitman

Ven desde los campos, padre; ha llegado una carta de nuestro hijo Pete;
Y ven hasta la puerta, madre -llego una carta de tu hijo querido.

He aquí que es otoño;
He aquí que los árboles, más hondamente verdes, más amarillos y rojos,
Orean y embellecen las aldeas de Ohio, agitando sus hojas al viento moderado;
Donde cuelgan en los huertos las manzanas maduras y las uvas en los viñedos emparrados;
(¿Puedes sentir el olor de las uvas en las viñas?
¿Puedes oler el trigo sarraceno, donde zumbaban hace poco las abejas?).

Sobre todo, he aquí el cielo, tan calmo, tan transparente tras la lluvia y con nubes maravillosas;
Debajo, también, todo en calma, todo vital y hermoso -y la granja prospera.

Allá en los campos todo va prosperando;
Pero ahora desde los campos ven, padre -acude a la llamada de la hija;
Y ven hasta la entrada, madre -hasta la puerta ven enseguida.
Tan rápido como puede, viene -un mal presagio- con pasos temblorosos;
No se detiene a alisarse el pelo, ni a ajustarse la cofia.

Ahora deprisa el sobre,
Oh está no es la letra de nuestro hijo, sin embargo su nombre aquí aparece;
Oh una mano extraña escribe por nuestro hijo querido -¡oh el alma asolada de la madre!
Todo flota delante de sus ojos -entre relámpagos negros- sólo acierta a oír las palabras esenciales;
Oraciones truncas -herida de bala en el pecho, escaramuza de caballería, llevado al hospital,
De momento débil, pero pronto estará mejor.

Ah, ahora, la única figura para mí,
En todo el populoso y rico Ohío, con todas sus ciudades y granjas,
Con rostro enfermizamente pálido, y la cabeza torpe, muy mareada,
Se apoya en la jamba de una puerta.

No te aflijas, madre querida, (dice entre sollozos la hija recién crecida;
Las hermanitas se abrazan en torno, mudas y consternadas;)
Mira, madre muy querida, la carta dice que Pete pronto estará mejor.

Ay, pobre muchacho, nunca estará mejor (y acaso tampoco necesitará estar mejor, alma valiente y sencilla)
Mientras ellos están parados ante la puerta, él ya está muerto;
El único hijo está muerto.

Pero la madre necesita estar mejor;
Con extrema delgadez, vestida ahora de negro;
No prueba por el día bocado -y por la noche duerme entre sobresaltos, despertándose a menudo,
Despertándose a medianoche, llorando, anhelando con un único y hondo anhelo,
Oh poder retirarse sin que nadie lo note -escaparse silenciosa y retirarse de la vida,
Para seguir, para buscar, para estar con su querido hijo muerto.

........


Come Up from the Fields Father


Come up from the fields father, here’s a letter from our Pete,
And come to the front door mother, here’s a letter from thy dear son.

Lo, ’tis autumn,
Lo, where the trees, deeper green, yellower and redder,
Cool and sweeten Ohio’s villages with leaves fluttering in the moderate wind,
Where apples ripe in the orchards hang and grapes on the trellis’d vines,   
(Smell you the smell of the grapes on the vines?
Smell you the buckwheat where the bees were lately buzzing?)

Above all, lo, the sky so calm, so transparent after the rain, and with wondrous clouds,   
Below too, all calm, all vital and beautiful, and the farm prospers well.

Down in the fields all prospers well,
But now from the fields come father, come at the daughter’s call,
And come to the entry mother, to the front door come right away.

Fast as she can she hurries, something ominous, her steps trembling,
She does not tarry to smooth her hair nor adjust her cap.

Open the envelope quickly,   
O this is not our son’s writing, yet his name is sign’d,
O a strange hand writes for our dear son, O stricken mother’s soul!
All swims before her eyes, flashes with black, she catches the main words only,
Sentences broken, gunshot wound in the breast, cavalry skirmish, taken to hospital,
At present low, but will soon be better.

Ah now the single figure to me,
Amid all teeming and wealthy Ohio with all its cities and farms,
Sickly white in the face and dull in the head, very faint,
By the jamb of a door leans.

Grieve not so, dear mother, (the just-grown daughter speaks through her sobs,
The little sisters huddle around speechless and dismay’d,)
See, dearest mother, the letter says Pete will soon be better.
Alas poor boy, he will never be better, (nor may-be needs to be better, that brave and simple soul,)
While they stand at home at the door he is dead already,
The only son is dead.

But the mother needs to be better,
She with thin form presently drest in black,
By day her meals untouch’d, then at night fitfully sleeping, often waking,
In the midnight waking, weeping, longing with one deep longing,   
O that she might withdraw unnoticed, silent from life escape and withdraw,

To follow, to seek, to be with her dear dead son.


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